sábado, 16 de enero de 2010

¡DI NO AL OLVIDO!





Honor a quien honor merece. Lo digo por los tan mencionados (sólo en este mes) "Mártires del Río Blanco", que en los años 1906 y 1907 se levantaron, sin armas, por la lucha de una justicia social, laboral.
Hoy no hay mártires a quienes honrar, ni derechos laborales que defender.
Hoy no "late con fuerza" -como reza la campaña publicitaria de nuestro gobierno local- aquella zona, llamada la cuna del sindicalismo.
Zona que en sus mejores tiempos fue un corredor de la industria textil que albergó cinco fábricas -Río Blanco, Cocolapan, San Lorenzo, Santa Rosa y Cerritos- y 10 mil obreros, y hoy...
No olvidemos pueblo que el resultado de aquella masacre porfirista fue uno de los primeros pasos para lograr: el sindicato, el derecho de huelga, el contrato colectivo, el salario mínimo, la educación, sólo por mencionar los principales beneficios.
No olviden gobiernos y gobernantes cuando en campañas políticas y ya en el cargo han prometido reactivar la zona.
No olvidemos pueblo el verdadero significado de la Huelga del Río Blanco. Porque aquel que olvida está condenado a vivirlo de nuevo.
Y no me refiero a la época de bonanza, de trabajo, de actividad, me refiero a la represión, la desigualdad social, la injustica, el maltrato, todo eso por lo que se levantaron, sin armas, aquellos "Mártires del Río Blanco".
No olviden gobiernos que están ahí para servirnos a nosotros, por un estado mejor, por un país mejor, por un mundo mejor.
En imágenes restos de la textilera San Lorenzo.

viernes, 1 de enero de 2010

El romance de un catador de café


Lo encontré en su estrecho expendio llamado El Café de Avelino, ubicado a un costado de la Iglesia de San Gerónimo en Coatepec, en la Mansión de los Azulejos, revisando de manera interesada un libro titulado –irónicamente- Historias del Café.
Enseguida llegó un grupo de visitantes del Distrito Federal, Avelino Hernández les aclaró que sólo tiene dos pequeñas mesas para beber café, pues su principal actividad es la venta del aromático tostado y molido, ellos respondieron amablemente que se adaptaban sin inconveniente.
“Es que si hacemos más grande el lugar no vamos a poder tener un acercamiento con ustedes”, justificó.
-Tengo café express y coatepecano, no hay americano (esto último lo recalcó).
Preparó la infusión para todos los que estábamos presentes, y, como él dice, una vez establecida la cofradía de bebedores de café, sin necesidad de conocerse entre sí, todos lo escuchábamos atentamente, parecía que daba una cátedra a sus discípulos.
Dijo cosas como ésta: “Es difícil sostener una tesis, pero eso enseña mucho”. En referencia a los proyectos de vida que cada persona decide emprender. Añadió: “yo también tengo compromisos económicos, pero que el término monetario no sea lo que mueva, hoy todo es lineal, ¡necesitamos más locos!”.
La plática se presta para que nos muestre el “kit” que, junto con otros amigos artistas, diseñó en honor al término del 2009. Se trata de medio kilo café de una remesa del año pasado –cuidadosamente conservado- exquisito y brillante a causa de sus aceites naturales, envuelto en una bolsa de papel plasmada con un grabado diseñado para la ocasión. El grabado muestra una mujer que abraza un tenate lleno de cerezas de café, lo acoge como si fuera su hijo.
Además de la mezcla conmemorativa, el kit va acompañado de un una pirinola de madera y un cortador de café hecho de palma, todo esto en una bolsa de tela hecha a mano por una mujer.
Mientras mostraba la edición remarcaba que todo era hecho con las manos, que transmitía el sentir de muchas personas, “sus vibraciones”. Avelino decidió que sólo pondrían a la venta 25 ediciones conmemorativas de fin de año nombradas “Suave caricia”. Sólo 25.
Los defeños se van.
En seguida llega un hombre, me presume que no cambia por nada el café de Avelino. Las escenas parecían mandadas hacer, a propósito, como un comercial.
“Ahorita llego a mi casa y me preparo el café, me encanta acompañarlo con un mamón (pan tradicional de Xico)”, me dice el cliente sin conocerme, pero entusiasmado.
En seguida llega un político, parecía importante, al menos en la zona, por su forma de vestir y conducirse. Sólo pasó a saludar a Avelino. Entre ellos se trataron como:”mi líder”.
-Usted está casado con el café- Le dijo el político.
-Hay que casarnos con el café- Le contestó Avelino.
LA VIDA DE UN CATADOR
Una vez que se desocupó el estremecedor lugar, que hoy funge como El Café de Avelino, y en tiempos pasados era la entrada a una casona, nombrada hasta la fecha Mansión de los Azulejos, era el momento de iniciar la entrevista.
Me senté a su lado, le pregunté cuál fue su primer acercamiento con el café. Y la historia del romance comenzó.
Avelino creció con sus abuelos en medio de una finca de cafetales. Sus ascendientes trabajaban para un importante hacendado.
Posteriormente (con una formación técnica), por asares del destino logró ingresar al Instituto Mexicano del Café (Inmecafé). Allí lo prepararon para ser catador.
“Me vi tan inmiscuido que lo adopté más que una profesión, era ya parte de mí, se empezó a ver mezclado en mi torrente de sangre, para ser sincero”, reveló.
Y es que Avelino se vio sometido dentro de un proyecto académico donde le enseñaron el cultivo y las variedades del café. Conocer aspectos de certificación, de calidades.
Desapareció el Inmecafé. Avelino pasó de trabajar para el gobierno y hacerlo con la iniciativa privada.
En ese tiempo llegó a la región una empresa francesa que acopiaba café, entre otros productos agrícolas, valoró su virtud de catador al grado que lo envió a certificar café en todas las regiones cafetaleras del país, grano que avalaba para ser exportado al extranjero. Posteriormente lo envían a la selva del Perú para realizar la misma actividad.
EL CAFÉ DE AVELINO
Tras varios años de participar con la empresa trasnacional va madurando como el fruto del café y decide separarse de la iniciativa privada y ser independiente, “ser profeta en mi tierra”. Así nace El Café de Avelino.
Y lo explica de esta manera: “Mi deseo era involucrar a gente que produce café en esta región. Que pudiera contrarrestar los mercados tan cambiantes. Que teníamos que prepararnos para resistir”.
De esta manera la labor del Café de Avelino es, por un lado, educar a los bebedores de café. Educarlos a disfrutar y entender el aroma, el sabor, el color: “culturizar al bebedor del café”. Por otro lado el expendio concentra granos de la comarca cafetalera aledaña a Coatepec, es decir, Xico, Cosautlán, Teocelo. Quienes hace dos siglos apoyaron a la denominación “Café de Coatepec”, lugar donde se concentraba todo el grano de la región.
“Lo que planteamos es crear sudenominaciones, así nace Café de Xico, Café de Cosaultán, Café de Teocelo y Café de Coatepec”. El objetivo es no limitar la riqueza de los aromas y sabores cualitativos de cada lugar.
El proyecto colaboró para que se recuperaran espacios de producción con variedades puras y autóctonas de cafetos, donde se mantenía la calidad del café. Pues, tras la desaparición del Inmecafe, ante los bajos precios muchos productores empezaron a abandonar o vender sus fincas. Paradójicamente el Café de Avelino poco a poco iba apuntalando.
El proyecto va acompañado de publicaciones especializadas en el acto de tomar café.
-¿Qué lo mantiene en esta lucha contra el capitalismo, la crisis social, económica, moral, histórica?
-Por la permanencia del café. El café es el ícono de Coatepec, es el capital cultural que ennoblece a estas tierras. Por qué no apuntalarlo, por qué no defenderlo. Por qué no luchar de una manera constructiva. Yo creo que vale la pena hacerlo
Por esa razón no tiene café americano, sino coatepecano.