No sabía cuántos éramos en la marcha pacífica convocada por
el movimiento magisterial de Xalapa, el lunes 16 de septiembre de 2013.
Quizá decenas, centenas, miles…
No me importó la cifra, sino el mensaje: Alto a la
impunidad, el autoritarismo, la represión a los movimientos sociales.
Así, como se aprecia en las imágenes, todos y todas con
motivos blancos, más que en la piel en el alma, caminamos hasta el Congreso del
Estado.
Ni la lluvia nos amedrentó.
“¡Queremos paz!”, reclamábamos en silencio durante la
marcha. “¡Que reviva México!”, gritamos allá, frente al inmueble que alberga al
poder Legislativo Estatal.
Vi caras conocidas, familiares, queridas, amadas; pero sobre
todo, vi muchas desconocidas.
¿Qué tocó nuestra conciencia? Cada quien tuvo su motivo.
El mío es el hartazgo de vivir en un país gobernado por
corruptos, corruptas, perversos, perversas. Gente que vela por los intereses
del grupo político al que pertenece, y en (muchas) ocasiones, sólo por el suyo.
Además, mostrar mi indignación por el violento desalojo de
la plaza Lerdo, ubicada en el Centro Histórico de Xalapa.
Horas antes, estudiantes, reporteras, reporteros,
maestros, maestras, fueron violentadas por la fuerza pública, bajo la orden de
quienes se ufanan como clase gobernante de Veracruz (la escena me parece
más de una dictadura que de una entidad democrática).
Lo sé, mi inconformidad no debe sujetarse a salir a marchar,
acción que nunca imaginé realizar… pero los frutos que emergen de los movimientos
sociales llevan su tiempo, yo estoy en la búsqueda del mío.
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