domingo, 29 de mayo de 2011

LA CURANDERA DE ESPANTOS




Karina de la Paz Reyes Díaz

“De todas las hierbas me gusta más el estafiate, porque es fuerte, y si no hay las otras hierbas, con el puro estafiate puedes curar a la gente”, dice Raymunda Zamora Serrano con más de 80 años de edad, curandera de espantos, enojos y quizá amores. Mujer, originaria de la huasteca veracruznana, que desde los ocho años abrió milpa a la par de sus padres, se casó casi siendo una niña y logró sacar a delante a sus 10 hijos gracias al don que tiene de sanar.
La curandera, alta, de piel oscura, ojos negros y mirada profunda, cabello cano, dientes destrozados, así como sus pies, y una sonrisa tatuada es llamada “Munda” por todo Teayo, comunidad del municipio Castillo de Teayo.
Hija de Jesús Zamora y Gregoria Serrano, a los 8 años ya escardaba en la milpa para sembrar maíz y fríjol.
“Me acuerdo que me hincaba mi mamá a quebrar el maíz en el metate con un costal en las piernas para hacer tortillas. Es que mi papá me decía que teníamos que llevar lonche a la milpa, y por eso hacía tortillas y las enchilaba.
“Platico esto y lloro, porque antes no había ni nailos, todo era difícil, si ésta época me hubiera tocado cuando estaba chica, no hubiera sufrido tanto, ahora las mujeres nada más andan de patas, pero como quiera, le doy gracias a Dios que aquí estoy todavía”, relata con voz quebrantada.
A los 19 años se casó con un hombre llamado Primitivo y tuvieron 10 hijos: Natalio, Plutarca, Ignacio, Angelina, José, Antonia, Carmela, Martha, Apolinar y Fabiana.
Pero Fabiana murió de bronquitis a corta edad. “Porque entonces no había medicina y se me ahogó”, dice desconcertada.
Munda, a sus 82 años, no olvida que fue su difunta suegra, Senaida Bautista Gayoso, quien le enseñó el oficio de curar con hierbas.
Desde que estaba recién casada, Munda se encargó de ir a las milpas de Teayo a buscar las hierbas que ocupaba su suegra para curar; poco a poco aprendió a identificarlas una a una, a conocer sus bondades, sus beneficios curativos, su fuerza, sus olores, sus encantos.
“Yo lavaba mucho ajeno cuando tenía mis crías chiquitas y ella me dijo: ‘ya no laves, yo ya me siento vieja, yo ya no voy a curar, mejor curas tu’; y me enseñó a curar y así me fui curando aquí, allá, me fui al Pital, La Piedra y ahorita ya lo dejé tantito, por los ojos que duelen, pero veo bien, ensarto bien la aguja”, narró.
Doña Senaida también enseñó a Munda a curar el empacho: “Es cuando tienes un malestar en el estómago –explica-, te trueno el cuero de la espalda y ya te compones, te tomas tu aceite con naranjas y tantito carbonato, a las dos sobadas te compones y si te falta te doy otra”. Además palaguea a los que están "quemados de muerto, de perro y de gato”.
Las fieles e inseparables hierbas de Munda son: chilacuaco, naranjillo, ojitas de lima de chichi, limón, aguacate oloroso, tabaco y arcajuda; waco, quebrache, estafiate. Además un diente de ajo y cebo de vaca. Los ingredientes los muele en metate y los reposa un día en aguardiente.
-¿Para qué sirve la curada de espanto?
-Para muchas cosas, si te espantas, si brincas de noche, si sueñas que te caes, si viste a una persona y te espantaste, también eso te cura.
“Cuando uno se espanta se afloja del pulso y te duelen mucho las piernas”.
-¿Qué pasa si no te curas el espanto?
-Se te va al estómago y ya no tienes remedio, vives espantada, se te va el hambre, te da asco, sientes un malestar, dolor de cabeza, dolor de piernas, te sientes desguanzada.
“Con la curada te aprieto bien, las hierbas y el cebo de vaca te hacen sudar y ahí sale el espanto”, expresa.
-¿Qué es lo que más te gusta curar?
-Curar de espanto, de eso he vivido y me gusta, pero de las muchachas ninguna (sus hijas). Ellas no quieren andar apestosas a cebo y hierba.
El curar con hierbas a Munda le permitió sacar adelante a sus 10 hijos, porque Primo (su esposo) “nada más los hacía y se iba a tomar, una feria me daba y se iba, y yo lo que hacía era irme a lavar ajeno o curar de espanto, pero cuando oía el grito ¡patas! A darle de comer, por eso nunca me pegó, porque nunca lo desatendí”, expresa orgullosa, como si hubiera superado un reto planteado en la vida.
Hay días que la gente ya la ve cansada y le pregunta ¿Qué será de Teayo sin Munda?, ¿Quién curará el espanto?, y la respuesta de ella es: “No soy como los antigues ( así les llaman a las piezas prehispánicas en esa región) , algún día me tengo que morir”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario